lunes, 23 de julio de 2007

HOMILÍA DE DON RAÚL VERA EN EL SANTUARIO DE GUADALUPE

La explosión de la Mina 8, Unidad Pasta de Conchos, se ha vuelto un símbolo del desprecio por la vida de las personas. Se han probado y demostrado (al menos desde 1999) las omisiones y negligencias de las empresas Industrial Minera México S.A. de C.V., filial del Grupo México y de la contratista General de Hulla S.A. de C.V. Sin embargo, autoridades locales y federales, por ignorancia, temor u otros intereses, se han hecho cómplices de la barbarie con que dichas empresas tratan a sus trabajadores.

Ambas empresas, decidieron bajar los costos de producción reutilizando parte de la estructura de la mina y por eso se desplomó. El rescate fue suspendido a una distancia aproximada de entre 50 y 140 metros del lugar en donde se encontraban los cuerpos de los trabajadores que pudieron haber sobrevivido a la explosión. Hace unos días, los rescatistas denunciaron que la mina está en condiciones para continuar el rescate, pero las suspendieron, porque recuperar los restos que se encuentran entre las diagonales 19 y 21, inculpa a las empresas y al sindicato, y desnuda la complicidad de los gobiernos local y federal.

Por otro lado, más de 40 familias se han deslindado del peritaje que está haciendo la Secretaría del Trabajo, porque se están violando los acuerdos que se tomaron, además de que se pretende utilizar a las familias de los mineros, para legitimar el cierre definitivo de la mina. Por ello y atendiendo al clamor de las familias, que ante los pies de la Virgen de Guadalupe, hacemos un enérgico llamado a las autoridades para que se reinicien las labores de rescate.

LOS PUEBLOS SON VIOLENTADOS POR EL HAMBRE Y LA MISERIA

La Siempre Virgen Santa María habló en Náhuatl, con reverencia y cariño, a un hombre indígena, con quien quiso coincidir para así superar toda situación contradictoria que vivía su pueblo. El mundo indígena, hoy en día, sigue siendo hostigado, entre otros, por cuerpos policíacos. Por ejemplo en Oaxaca y con muestras irónicas de un proceso de pacificación, el conflicto social que se inició el año pasado, sigue vigente. El uso excesivo de la fuerza, la represión y la tortura, están siendo prácticas públicas, y las autoridades y servidores públicos están violando, a los ojos de todos, las garantías individuales de la población en general, justificando además, sus propias agresiones.

La violencia se ve en todos los rincones de México y entre ellos, los de los pueblos indígenas. El hambre violenta a niñas y niños indefensos; la pobreza violenta comunidades enteras que mueren por falta de atención médica; la enfermedad por el poder, violenta los sistemas de convivencia diarios; el egoísmo de los ambiciosos, violenta la capacidad de compartir. La violencia, por lo tanto, no es sólo, el concepto limítrofe de la semántica política, sino un estado de guerra latente entre nuestras comunidades pobres.

Es un pecado que haya complicidad entre ciudadanos y gobernantes, para tratar de aniquilar el espíritu de la verdad de las comunidades y pueblos enteros, lo mismo que para acabar con los signos de justicia y valores el Reino que surgen de los pueblos. Al reconocer la existencia de la pobreza, la injusticia y la violencia, se debe confesar la falta de cumplimiento del proyecto de Dios, pues es necesario terminar con el hambre, la pobreza, la marginación y la tiranía, para permitir el desarrollo social del pueblo creyente. Ésta es la problemática que sufre el pueblo de Oaxaca y que necesita de nuestra solidaridad.

EL SEÑOR QUE CAMINA POR EMAÚS

Nuestro país sigue teniendo una deuda histórica con las trabajadoras y trabajadores mexicanos que debido a los salarios insuficientes para lograr un verdadero progreso, deben emigrar al vecino país del Norte. El primer derecho que tienen es poder tener en su propia patria un trabajo seguro, digno y con salario justo. Si están migrando por las condiciones tan poco equitativas que hay en México, tienen derecho a que las autoridades, intervengan con más decisión para que se establezca un acuerdo migratorio con los Estados Unidos.

En consecuencia, también nosotros tenemos que ser justos con los y las migrantes centroamericanos que en gran número transitan por el país, buscando llegar a los Estados Unidos. En las casas del migrante que tenemos en Coahuila, recibimos testimonios dolorosos que narran la crueldad con la que son maltratados por autoridades de todo tipo y por la misma sociedad. Es urgente que se elabore una ley migratoria que resguarde sus derechos humanos y puedan tener acceso a una defensa legal, cuando les son violentados.

EL MENSAJE QUE SEGUIREMOS

Ante el ejemplo que nos da Santa María de Guadalupe del acompañamiento lleno de ternura y cercanía eficaz ante el sufrimiento de su pueblo, quienes formamos la Diócesis de Saltillo, incluyendo a los laicos, miembros de los Institutos de Vida Consagrada, presbíteros y obispos, debemos abrir nuestros oídos a los lamentos que se levantan en medio de nuestro pueblo coahuilense y en todo México. Hoy sólo hemos mencionado los gritos de algunos hermanos, por las limitaciones de horario que tenemos, pero, recordemos también a los campesinos del desierto, abandonados a su suerte, así como a los jóvenes sin futuro, lo mismo que a las internas e internos de los Ceresos, los pensionados del Estado y las paraestatales, como los ferrocarrileros, sujetos a la amenaza de una muerte anticipada, por el saqueo inmoral de los fondos dedicados a sostener su pensión, así como a nuestros familiares y amigos que pasan por una pena profunda.

Nuestro proyecto diocesano de renovación, tiene como base la espiritualidad de la comunión, cuyo fundamento es la caridad expresada como un amor activo por el otro y por la otra. Debemos llevarnos gravadas en el corazón, al salir de este recinto y mantenerlas todavía, las palabras con las que María expresó los motivos para estar aquí, para que sean el emblema de nuestra organización y trabajo pastoral: “Mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, a todos ustedes juntos, oír sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores”. Que el Señor nos siga bendiciendo, a través de nuestra madre amorosa. QUE ASÍ SEA.

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